Calvin Candie desencadenado
Crítica: Django Desencadenado
Tarantino es un poco como Almodóvar. ¡Calma! No os llevéis las manos a la cabeza sin que me explique. Me refiero a que hay mucha gente que opina que el segundo está obesionado y/o trastornado con el sexo y la homosexualidad mientras que al primero lo que le ha vuelto majareta es la violencia.
Puede que sea verdad y que al director de Pulp Fiction le viniera bien visitar a Billy Crystal en Una Terapia Peligrosa. Pero si hiciera eso quizás no volveríamos a ver su sello impreso en cada nuevo trabajo que realizara. Porque lo queramos o no, Quentin Tarantino está ligado a la violencia desde que hace 20 años sorprendió a propios y extraños con Reservoir Dogs.
Django Desencadenado no es una excepción. Sí, vale que hay un argumento y que éste se centra en un cazarrecompensas y un esclavo que se alían para matar forajidos a cambio de dinero, aunque el verdadero objetivo del segundo es rescatar a su mujer, propiedad de un tirano que vive en una plantación. Pero realmente eso es lo de menos. Lo que hace especial a esta película es cómo se nos cuenta esa historia. Y la violencia forma parte de ello.
Un buen relato nunca llegaría a serlo si no está poblado de personajes carismáticos. La buena nueva es que en este caso abundan. No es que Jamie Foxx lo haga mal como el esclavo del título. Lo que pasa es que acaba siendo devorado cual niño de la colchoneta en Tiburón por los "supuestos" secundarios. Me refiero a Samuel L. Jackson, Christoph Waltz y Leonardo Dicaprio. El primero nos regala una caricatura memorable del negro racista con su propio pueblo. El segundo es tan protagonista como Django y agranda aún más la pena de los cinéfilos por no haberle descubierto antes. El tercero es, como lo diría... básicamente el alma del film y la enésima demostración de que nos encontramos ante un grandísimo actor. Y no está ni nominado al Oscar...
Ya en la primera escena todo tiene aroma a Tarantino. Desde las conversaciones banales pero geniales que sólo él podría plasmar en imágenes, pasando por detalles que ya forman parte de la historia del cine (el traje azul ridículo que se pone Django, la muela que corona el carromato de Schultz), hasta el uso de la música o los movimientos de cámara. Habrá más de uno que se queje de tanta sangre, cuerpo desmembrado y cráneos agujereados; pero amigo mío, no es nada que no supiéramos ya de antemano.
Realmente es casi imposible no esbozar una sonrisa ante los alegatos que suelta el cazarrecompensas por su boca o con cada frase que pronuncia indignado Samuel L. Jackson. Hay que reconocer que la filmografía del responsable de Pulp Fiction es puro cine. Django Desencadenado mantiene ese nivel de homenaje al séptimo arte.
Claro, que uno no puede escapar a su propio legado y acaba cayendo inevitablemente en ciertos lugares comunes. Sino ya me diréis a qué os suena esa escena en la que el protagonista se pone el traje amarillo de Uma Thurman en Kill Bill y se dedica a eliminar contricantes. Lo siento pero ahí no puede evitar tener un Déjà vu. Es por sacarle un poco de puntilla más que nada, pues todos los directores se repiten, y algunos más de lo que nos gustaría.
Lo que es injustificable es su duración... ¡¿165 minutos?! Admito que no llega a aburrirte ni mirás el reloj más de una vez, pero bien podrían haber acelerado algunas escenas un poquito o eleminado otras que son puro relleno, como ésa que se reserva el propio director para tener su momento "explosivo". Claro que es como si a Hitchcock le dijeras que se abstuviera de hacer sus famosos cameos.
Puede que sea verdad y que al director de Pulp Fiction le viniera bien visitar a Billy Crystal en Una Terapia Peligrosa. Pero si hiciera eso quizás no volveríamos a ver su sello impreso en cada nuevo trabajo que realizara. Porque lo queramos o no, Quentin Tarantino está ligado a la violencia desde que hace 20 años sorprendió a propios y extraños con Reservoir Dogs.
Django Desencadenado no es una excepción. Sí, vale que hay un argumento y que éste se centra en un cazarrecompensas y un esclavo que se alían para matar forajidos a cambio de dinero, aunque el verdadero objetivo del segundo es rescatar a su mujer, propiedad de un tirano que vive en una plantación. Pero realmente eso es lo de menos. Lo que hace especial a esta película es cómo se nos cuenta esa historia. Y la violencia forma parte de ello.
Un buen relato nunca llegaría a serlo si no está poblado de personajes carismáticos. La buena nueva es que en este caso abundan. No es que Jamie Foxx lo haga mal como el esclavo del título. Lo que pasa es que acaba siendo devorado cual niño de la colchoneta en Tiburón por los "supuestos" secundarios. Me refiero a Samuel L. Jackson, Christoph Waltz y Leonardo Dicaprio. El primero nos regala una caricatura memorable del negro racista con su propio pueblo. El segundo es tan protagonista como Django y agranda aún más la pena de los cinéfilos por no haberle descubierto antes. El tercero es, como lo diría... básicamente el alma del film y la enésima demostración de que nos encontramos ante un grandísimo actor. Y no está ni nominado al Oscar...
Ya en la primera escena todo tiene aroma a Tarantino. Desde las conversaciones banales pero geniales que sólo él podría plasmar en imágenes, pasando por detalles que ya forman parte de la historia del cine (el traje azul ridículo que se pone Django, la muela que corona el carromato de Schultz), hasta el uso de la música o los movimientos de cámara. Habrá más de uno que se queje de tanta sangre, cuerpo desmembrado y cráneos agujereados; pero amigo mío, no es nada que no supiéramos ya de antemano.
Realmente es casi imposible no esbozar una sonrisa ante los alegatos que suelta el cazarrecompensas por su boca o con cada frase que pronuncia indignado Samuel L. Jackson. Hay que reconocer que la filmografía del responsable de Pulp Fiction es puro cine. Django Desencadenado mantiene ese nivel de homenaje al séptimo arte.
Claro, que uno no puede escapar a su propio legado y acaba cayendo inevitablemente en ciertos lugares comunes. Sino ya me diréis a qué os suena esa escena en la que el protagonista se pone el traje amarillo de Uma Thurman en Kill Bill y se dedica a eliminar contricantes. Lo siento pero ahí no puede evitar tener un Déjà vu. Es por sacarle un poco de puntilla más que nada, pues todos los directores se repiten, y algunos más de lo que nos gustaría.
Lo que es injustificable es su duración... ¡¿165 minutos?! Admito que no llega a aburrirte ni mirás el reloj más de una vez, pero bien podrían haber acelerado algunas escenas un poquito o eleminado otras que son puro relleno, como ésa que se reserva el propio director para tener su momento "explosivo". Claro que es como si a Hitchcock le dijeras que se abstuviera de hacer sus famosos cameos.
Si hay que elegir, yo me quedo con la primera media hora y con el tramo en que Dicaprio hace acto de presencia. Posiblemente no sea el primero en pensarlo pero ¿Por qué en vez de hacer secuelas malas no ruedan un film centrado en Calvin Candie?
Genial!
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