sábado, 16 de febrero de 2013

Crítica: El Lado Bueno de las Cosas

Amar te vuelve majara


Crítica: El Lado Bueno de las Cosas

 




No me extrañaría que dentro de un tiempo se usara el nuevo trabajo de David O. Russell, director de The Fighter, como material de autoayuda. "Mira lo jodidos que están sus protagonistas y aun así le sacan la parte buena a todo", "la vida son don días y hay que disfrutarla" o "no te rayes", son frases de ésas fáciles de decir pero no tan sencillas de ejecutar que saldrían de la boca de los autoayudantes. Porque el buen rollo es la base de esta comedia-romántica-dramática centrada en dos sujetos con unos cuantos problemillas a sus espaldas. 
Ya que tanta buena energía me ha embriagado, seguiré por esos derroteros para analizar El Lado Bueno de las Cosas.



Bradley Cooper interpreta a Pat, un joven un tanto inestable que sale de una institución mental 8 meses después de darle una somanta de palos al amante de su mujer. Menos mal que en la vida real todo aquél que le da unos cuantos sopapos al que se está beneficiando a su señora no acaba en un manicomio, porque estarían a rebosar. Bien es cierto que Pat casi se lo carga y que encima resulta que es bipolar. 
Por si no tenía suficiente consigo mismo, en su camino se cruza una viuda veinteañera más trastornada aún que él. Y en medio de ambos, nos encontramos a los padres del primero, que no pintan demasiado pero que actúan muy bien.

Aun siendo una de las sorpresas de la temporada y consiguiendo premios por doquier, la sensación de que es una película estupenda pero ligera, es inevitable. ¿Y por qué? Básicamente porque su guión no aporta nada novedoso ni original; y en su tramo final acaba yendo a parar a la estación en la que terminan la mayoría de este tipo de producciones: la previsibilidad. Para nada es algo malo, recordad que estoy de buen rollo, pero si su primera mitad se vende como una propuesta diferente, es probable que pienses que te han dado gato por liebre al terminar la proyección.
 
Realmente el punto fuerte del film son las interpretaciones de todos los implicados. Bradley Cooper y Jennifer Lawrence están soberbios. Si hace un año alguien hubiera predecido que el chico guapo de Resacón en las Vegas iba a estar nominado al Oscar, la mayoría se habrían echado unas risas a su costa. 

Sus escenas son, sin duda, lo más destacado de todo el metraje. Da igual si les toca pelearse o tienen que conseguir que nos riamos. ¿Qué es momento de ponerse tiernos? no hay problema, ambos se compenetran a la perfección y nos regalan momentos memorables. Su química es innegable.
Posiblemente si me los encontrara por la calle, pensaría que son dos tarados y me cambiaría de acera, pero estando dentro de la gran pantalla, hasta me caen bien. 
No hay que olvidar a Jacki Weaver ni a Robert De Niro. Como ya comenté, sus personajes no aportan demasiado a la trama cuando no participan de la bipolaridad de su hijo. De hecho, todo el dichoso asunto de las apuestas se antoja cuanto menos innecesario y aburrido. Pero a pesar de sus breves papeles, están fantásticos. Por no hablar de que por fín De Niro recibe una nueva nominación al Oscar tras más de... ¡¡¡20 años!!!.

Pero para el carro. Ya sabía yo que me iba a pasar lo mismo que a El Lado Bueno de las Cosas. La parte positiva acaba comiéndose a la negativa y ésta última termina no teniendo la menor importancia.
Y eso no es. No puedes plantear un problema que es el motor de la acción, olvidarte de él completamente y después solucionarlo precipitadamente en dos minutos y con un baile. Ala, ya está, final feliz y a comer perdices. Ojalá fuera así la realidad, pero lo dudo; aunque eso que dicen de que supera a la ficción cada vez es más cierto...



No culpo a su director ni a su guionista de dicha decisión, pues yo también me quedo con la parte positiva; porque aunque los problemillas de la película están ahí, es mucho más gratificante ver el vaso medio lleno que medio vacío.  





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