miércoles, 26 de junio de 2013

Crítica: El Hombre de Acero


Potencia y descontrol
Crítica: El Hombre de Acero


 
Nunca entenderé por qué hay gente que quiere ver juntos en pantalla a Superman y Batman. ¿Qué sentido tendría ver a un ricachón sin poderes al lado de un hombre al que le sobran unos cuantos? Más que unir fuerzas, el hombre murciélago resultaría un enorme estorbo para Clark Kent, habida cuenta de que éste último puede volar, ver a través de los materiales, lanzar rayos con los ojos, viajar a la velocidad del sonido, levantar toneladas de peso y si nos ponemos, seguramente bailar la Macarena recitando a Shakespeare… ¿Qué ofreces tú entonces, querido Batman, aparte de un mayordomo octogenario?
Puede que esa sea la razón del enorme espectáculo que nos ha brindado Zack Snyder, director de 300. Y es que cualquier batalla se antoja poco espectacular cuando en tus manos recae un superhéroe poco menos que invencible. Si a eso le añadimos que la historia de Superman es bien conocida por todos, el hándicap a la hora de innovar y sorprender es bastante grande.

Pero mira tú por dónde lo han conseguido. Algunos opinarán que para bien. Otros dirán todo lo contrario. Parafraseando al propio Kal-El en el tráiler… ¿Tú que crees?
En ese sentido, el prólogo es toda una declaración de intenciones. Si creíamos que lo habíamos visto todo en lo referido a Krypton, estábamos equivocados. Poco después nos trasladan a nuestro planeta y vuelven a sorprendernos con una narración a modo de flashbacks. Ahí acaban las sorpresas. La acción manda y en El Hombre de Acero es la reina de la función.  
Ese reinado resta minutos a la parte humana del relato, sin duda, lo que mejor funciona, porque... ¿qué es Superman sino una historia sobre el rechazo y el miedo a lo desconocido? Son sus padres adoptivos los que reflejan la esencia del personaje. Ahí reside el alma del superhéroe. Ahí es donde tendrían que haber sumergido a los espectadores. Aun así son varios los momentos emocionantes que impregnan la película y le dan esa profundidad que se pierde un poco en el tramo final.
 


Además, hay que reconocer que han conseguido reunir a un reparto impresionante. Russell Crowe, Amy Adams, Diane Lane, Kevin Costner o Michael Shannon son algunas de las caras que se dejan ver por allí.
Aunque ya hay algunos que bromean con el actor de Gladiator diciendo que es poco menos que una azafata de vuelo kryptoniana, su presencia es siempre bienvenida y mejora sustancialmente el resultado final. En cuanto al resto, secundan a la perfección a un, todavía desconocido, Henry Cavill. Eso sí, yo le habría dado una tila al villano Zod (Michael Shannon) para que no se pusiera tan intenso en algunas escenas. Supongo que ser tan malvado es agotador.
 
 
Para agotadora, la larguísima batalla. Media horita menos no habría sido una desgracia. Nadie discute que visualmente es impresionante, fascinante y apabullante. Pero todo en su justa medida. La potencia sin control no sirve de nada. Han confundido la grandeza con la duración. Se entiende que con un protagonista con habilidades excesivas, la acción sea excesiva; pero no que sea interminable. No quiero ni pensar el dolor de cabeza de quien la ha visto en 3D. Tanta lucha hace que detalles como la relación de amor entre Superman y Lois Lane pase a un segundo plano.
 
Con todo, las virtudes superan a los defectos y consiguen que la historia resulte atractiva de cara a una secuela. Quién sabe, quizás en la segunda parte dejen que Henry Cavill saque a relucir esa faceta inocente y divertida que siempre ha caracterizado al álter ego de Superman y que en esta ocasión se ha quedado oculta. Aunque la pregunta que yo me hago es ¿para qué dejar para mañana lo que puedes hacer hoy?

No hay comentarios:

Publicar un comentario