Tú decides con cuál te quedas
Crítica: LA VIDA DE PI
Es
una pena que el nuevo trabajo de Ang Lee
(director de Brokeback Mountain) vaya
a perder muchos espectadores debido a su estética visual y a un argumento que,
a priori, puede hacer que los espectadores salgan corriendo más rápido que si
vieran una secuela de Campo de batalla:
la tierra. Claro, que cómo leches resumes de forma que no quede ridícula
una historia en la que el protagonista acaba a la deriva en una balsa,
acompañado por un tigre, una cebra, una hiena y un orangután. Parece un chiste,
cuanto menos.
La
buena noticia es que La vida de Pi es
mucho más que eso. A grandes rasgos, el relato nos sitúa en la parte francesa
de la India, en el hogar de una familia que regenta un zoo. Pi, el hijo pequeño,
se siente fascinado por las religiones e intenta buscar su camino espiritual
profesando varias creencias a la vez. Cuando la situación económica se
complica, los protagonistas se ven
obligados a trasladarse a Canadá; llevándose consigo a todos los animales. Pero
como bien habréis deducido, nunca llegarán a su destino. Comenzará entonces una
gran aventura de supervivencia en la que Dios, Alá o como quieras llamarlo,
estará presente de un modo u otro.
El
inicio de La vida de Pi es de un buen
rollo tan grande que te sube el azúcar sentado en tu butaca. Hay imágenes que
cuesta creer que sean verdad y colores que parecen salidos de un cuadro de Kandinsky. Habrá gente que se queje de
que se alarga demasiado el prólogo, pero en ningún momento se hace pesado el
desarrollo de la trama.
Eso
sí, lo mejor viene cuando zarpamos rumbo a tierras canadienses. Aquí el
largometraje se convierte en una aventura épica que consigue que un escenario
tan limitado como es una barca, no derive en un relato aburrido y repetitivo.
Lo
mejor, sin duda, es la relación que se establece entre Pi y el tigre de bengala
que le acompaña. Es ahí donde hallamos las escenas mas tiernas e interesantes. Parece
mentira que su joven protagonista no hubiera actuado nunca antes de ponerse en
el a piel de Pi.
Además,
las imágenes que han conseguido refuerzan la forma de contarnos como estos dos
sujetos tan opuestos tienen que aprender a convivir para sobrevivir. Varios
momentos desafiarán toda lógica, no lo dudo, pero como ya estamos metidos de
lleno en las peripecias de Pi y Richard Parker (así se llama el tigre), acaba
dando exactamente igual.
Una
vez se acerca el final de esta odisea entiendes por qué la religión está tan
presente en la película. Pi tiene una fe inquebrantable en Dios, ya sea en su
forma cristiana, budista o musulmana; y ése es el mensaje que nos lanza a
todos. Nos demuestra que una misma historia se puede contar de múltiples formas
sin cambiar su esencia.
No
es hasta salir del cine cuando uno se da cuenta de que acaba de ver un gran
film sobre la religión, pero no religioso. Sí, puede sonar un poco extraño lo
que digo, pero ese es el gran éxito de La
vida de Pi; hablarnos sobre Dios y la espiritualidad de un modo que no te
haga pensar que te están manipulando ni vendiéndote humo. Eres tú el que decide
lo que quiere creer. Y yo creo que es una película excelente.
Tercera vez que intento postear... :(
ResponderEliminarAyer vi Big Fish, y me recordó a esta pelicula.
Yo creo que no se trata de qué historia creer, las dos son la misma contada de dos maneras diferentes.
PELICULÓN
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